Depresión, paranoia, alcoholismo e intentos de suicidio definieron la obra de uno de los mayores exponentes del Romanticismo alemán.
El nombre de Robert Schumann resulta una paradoja. Por una parte, está su obra rebosante de romanticismo, y por otra su vida sujeta a impredecibles cambios de humor, presa a la locura que tanto temía y que lo llevó a morir en un asilo.
Hijo de un editor y librero con una pianista de clase acomodada, Schumann se interesó desde temprana edad por la literatura, pero sobre todo por la música. A los nueve años comenzó a estudiar piano y a los doce ya componía. Un niño superdotado y adelantado que también escribía novelas, cuentos y poemas.
A los quince años fundó un club literario y una orquesta de estudiantes, sucesos que se verían algo empañados por su primera crisis depresiva, precedida del quiebre amoroso con una mujer casada y recrudecida por la muerte de su padre y el suicidio de su hermana.
La música y su nueva vida
La vida de Schumann tendría un cambio drástico al vincularse con Friedrich Wieck, un profesor de piano convencido de su enorme talento musical, quien le señaló que si estudiaba bajo su tutela se convertiría inexorablemente en el pianista más refinado de Europa.
Así, Schumann desechó su futuro como licenciado en Derecho y terminaría instalándose en la casa de su maestro, donde conocería a Clara Wieck, la hija de once años que más tarde se convertiría en pianista y su esposa.
Schumann recibió una intensa, severa y poco ortodoxa instrucción musical de Wieck, quien ideó un sistema para perfeccionar su técnica al piano: amarrar el dedo anular derecho para potenciar la habilidad con los dedos restantes. Esto le provocó una lesión permanente en su mano derecha que le impidió ejecutar.
A los 22 años Schumann estaba incapacitado para su profesión, por lo que se dedicó completamente a la composición. A eso se le sumaron fuertes depresiones paranoicas y ataques de fobia, derivando en su primer intento de suicidio.
Pasaría un año para que Schumann volviera a tomar el control de su vida, esta vez a través de las letras. Junto con una quinceañera Clara Wieck, fundó la revista Neue Zeitschrift für Musik (Nueva revista musical), publicación que llegaría a ser referente nacional tanto en crítica como en difusión de la música del siglo XIX, y un verdadero golpe a los compositores conservadores de la época.
“Toda mi vida ha sido una lucha entre música y literatura”, escribiría Schumann en su diario personal en 1849.
La influencia de Clara Wieck
Es muy difícil distinguir la vida artística de Schumann de su vida sentimental, ya que todos los aspectos de su existencia fueron dominados –en gran medida– por su unión con la virtuosa compositora Clara Wieck.
El comienzo de esta relación no fue para nada fácil. Desde luego, tratándose de dos jóvenes tan pasionales, las protestas no alcanzaron para impedir la consumación de un amor que costó peleas y tensiones. A eso hay que sumarle los desacuerdos al interior de la redacción de su revista y la muerte de su madre. Una suma de sucesos que lo arrastraron a un episodio de alcoholismo.
En este duro escenario, Schumann se refugió en la música y se dedicó obsesionadamente a la composición, logrando firmar desde ese instante más de 160 piezas de las 175 que compuso a lo largo de su vida. Su capacidad de trasladar a la música su complejo mundo interior, retratando en notas sus sentimientos y emociones, lo transformarían en el máximo exponente del Romanticismo alemán.
La diferencia de edad entre Schumann y Clara fue un tema no menor, debiendo afrontar un proceso judicial de cuatro años por la minoría de edad de ella para poder casarse.
Schumann y Clara contrajeron uno de los matrimonios más estables y provechosos de la historia de la música: ella ejecutaba con gran éxito las composiciones de su marido, mientras él –bajo la guía de su esposa– redirigió su composición hacia la forma del lied, música intimista inspirada en la poesía que llevaría a la perfección.
Escucha el “Concierto para piano” de Robert Schumann en un concierto Always Playing bajo la dirección de Sir John Eliot Gardiner y Maria Joao Pires en el piano.
El principio del fin
Luego de una exitosa gira por Rusia, Schumann y Clara regresaron a Alemania para encontrarse con una situación incómoda, en la que el compositor no lograba hacerse un espacio en el nuevo escenario musical liderado por Wagner, Rossini y Listz. Comenzaba así un periodo de decadencia.
A pesar que durante esos años produjo su mejor obra, la Obertura Manfred, Schumann fue testigo de los fracasos en sus representaciones, provocando una recaída en su depresión que se sumó a una serie de alucinaciones auditivas, insomnio, parálisis y fiebre.
Ante las críticas recibidas a sus escasos dotes de dirección orquestal, Schumann renuncia al cargo de director musical del conservatorio de Düsseldorf en 1852. Según cuentan, durante ese periodo se le veía cada vez más hosco, desmejorado e irritable.
Al año siguiente, Clara lo encontró golpeando una mesa compulsivamente, a lo que Schumann le respondió que hablaba con los muertos. En una carta dirigida Joseph Joachim, el compositor le manifestó al violinista: “Ahora, la música se ha callado”. Poco después escuchó que los ángeles le revelaban una verdad en forma de melodía, la cual anotó y compuso unas variaciones mientras se escondía en su habitación.
A pesar de que sus ausencias y retrasos eran constantes, en estos años también compuso en todos los géneros musicales hasta el agotamiento.
El 26 de febrero le dijo a su esposa: “No soy digno de tu amor. Me voy, pero pronto volveré curado”. Clara y los médicos lo buscaron por toda la ciudad sin éxito, debido al tumulto de personas que saturaban las calles por ser época de carnaval. Unos pescadores rescataron a Schumann del Rin justo antes de que se ahogara en un intento de suicidio.
Cinco días después de ocurrido ese suceso, Schumann pidió ser internado en el asilo Endenich, a las afueras de Bonn. En ese lugar el compositor vivió dos años de grandes sufrimientos y solo se dejó visitar por su amigo y compositor Johannes Brahms.
A Clara se le prohibió visitarlo porque, según su médico, sus encuentros le causaban demasiada agitación. Ella solo pudo ver a su esposo una vez más en su lecho de muerte.
La historia médica de Schumann se hizo pública en 1988 y apuntaba que la causa de la muerte fue sífilis terciaria que se manifestó a través de la demencia paralítica.