Gracias a su estilo imaginativo, el compositor ruso marcó un antes y un después en la forma de escribir música clásica.
Marcel Proust dijo que el verdadero viaje del descubrimiento no consiste en buscar nuevos paisajes, sino en tener nuevos ojos. Igor Stravinsky encaja sin duda en esta filosofía, en la que su poderosa personalidad hizo que su arte fuese reconocible sin importar el estilo que utilizara.
A pesar de que la obra de Stravinsky es difícil de poner en palabras, los entendidos la definen en tres períodos generales: Ruso, Neoclásico y Serial. El primero es el más destacable y que queda reflejado en El pájaro de fuego, Petrushka y La consagración de la primavera, las tres obras más importantes en la carrera de Stravinsky que no solo significaron un aporte inmenso a la cultura rusa, sino que a toda la música del siglo XX.
Músico por derecho propio
Igor Stravinsky nació en una ciudad rusa llamada Oranienbaum, a 25 millas de San Petersburgo, el año 1882. Fue el tercero de los cuatro hijos entre un famoso cantante de ópera y una pianista. Si bien Stravinsky mostró gran interés y destreza para la música, sus padres lo enviaron a estudiar leyes.
El derecho no funcionó y Stravinsky se dedicó seriamente a estudiar música. Su carrera comenzó a los 20 años, cuando se convirtió en alumno de Nikolái Rimski-Kórsakov, el maestro más renombrado de la época, compositor de Scheherazade y otras obras maestras.
Stravinski destacó rápidamente entre los estudiantes y despertó el interés de Serge Diaghilev, un adinerado empresario y fundador de la compañía de Ballets Rusos, quien le encargó su primer ballet.
Inquieto, imaginativo, transgresor
Stranvinski se estrenó en París con El pájaro de fuego, un ballet nutrido por el estilo de Rimski-Kórsakov y fuentes rusas que se tradujo en un tremendo éxito y puso al compositor en el mapa.
El siguiente fue Petrushka, obra con la que volvió a tomar prestada la música folclórica rusa, aunque mostrando más su individualidad. Nuevamente, Stravinsky y Diaghilev anotarían un gran éxito que sería la antesala del ballet que sacudiría al mundo.
Según cuenta la historia, el escenario y la música de La consagración de la Primavera llegaron a Stravinsky en un sueño, quien esta vez se esforzó por conseguir todos los obstáculos: ritmos complejos y fuertes que dominaban a los demás elementos, armonías que chocaban entre sí y patrones melódicos implacables. Todo para representar su visión de una Rusia antigua, consumada por el sacrificio de una niña que bailaba hasta la muerte.
Como buen transgresor, Stravinski quiso romper los límites de la música romántica y salirse de los ritmos establecidos. Jugó con revolver todo y hacer que la música transmitiera un caos bello, aunque difícil de entender en aquella época.
Nada más al comenzar la música de La consagración de la Primavera, la gente comenzó a silbar pensando que era una mala interpretación. Tal fue el revuelo ocasionado por la obra, que el teatro vivió un verdadero motín en el que la policía tuvo que intervenir para detener las peleas entre los espectadores, quienes aún no se percataban que estaban viviendo un momento histórico.
Escucha estos tres ballets que hicieron que Stravinsky tuviera un lugar en el panteón de la música clásica en un concierto Always Playing bajo la dirección de Sir Simon Rattle.